martes, 2 de septiembre de 2008

Clásicos Cuentos EL PATITO FEO


ajo la sombra de Los Pinos en una turbia laguna, retozaban muy horondos los patos. ¡Qué lindos eran los veraniegos días de solaz! ¡Dichosos eran todos porque tenían cuanto querían! Cada pato con su pata, incluida su parentela; cada quien con su nido.
Tras un enmarañado matorral empollaba una pata gordilla. Tenía tanto tiempo resguardando sus huevos que ya se impacientaba. Al fin esa larga espera llegaba a feliz término, los huevos se fueron abriendo uno tras otro. ¡Cuac-cuac! decían mientras iban rompiendo el cascarón. ¡Oh que grande es el mundo! ¿Y es todo para nosotros? -dijeron los patitos. Y ciertamente disponían de un espacio mayor de el que tenían dentro del huevo.
¿Creen que esto es el mundo entero? -preguntó la mamá pata- ¡Pues sepan que todavía hay muchísimo más que nos podremos repartir! Bueno, espero que ya estén listos -agregó, levantando su plumífero trasero- ¡Ah, pero si todavía falta el huevo más huevón! ¿Cuánto tardará? No quiero entretenerme más.
Y se apoltronó nuevamente. Uno de los patitos preguntó: ¿Y qué haremos mamá? ¡Cuac-cuac!. La madrota, con el todo el amor que una pata madre puede dar, le respondió: pues lo que tienes que hacer hijo mío es muy fácil, sólo tienes que hacerte pato, eso es todo. Estaban en amena plática cuando de repente del huevo que quedaba, del más rojizo de todos sus huevos azules, salió un pico algo retorcido. ¡Cua-cuá! salió un patito patón.
¡Qué feo y grandote patito! -Dijo un viejo ganzón que por ahí se bañaba- ¡Tiene mucha cola también! ¡Y las patas manchadas! -Agregaron las otras patas- La gordilla pata frunció el restirado pico: ¡Envidiosas! ¡Ya verán que este patito va a ser el más pato entre los patos! ¡Cuac-cuac y requetecuac! Se fue haciendo un gesto remilgón: ¡Vámonos patitos! ¡Cuac!
Así fueron pasando los días y las noches y el patito grandulón crecía y crecía; aleteaba, pataleaba y pederasteaba más que los otros patitos. Siempre lo hacían a un lado sus hermanitos, lo veían con desagrado por feo y por su origen rojizo. Harto de esta situación, el ahora patote feo, decidió emprender el vuelo. Probaría suerte en otra parte. De todos modos es un ave de mal agüero, de esas que solitas se manchan el plumaje antes de cruzar el pantano.
Surcó los cielos, atravesó montañas, valles y serranías. Llegó hasta los mismos confines de la ignominia. Cansado de sus avatares, un buen día escuchó a lo lejos unos graznidos que le parecieron familiares. Se acercó a la ciénaga de donde provenía el gutural sonido. ¡Enorme sorpresa cuando vio unos pajarracos horripilantes quienes le daban cálida bienvenida!
¡Miren quién viene ahí! -dijo una de las aladas criaturas- ¡Es Buitreyunes! ¿Me conocen acaso? -replicó el otrora pato feo- ¡Claro que te conocemos! -respondieron al unísono- ¡Si eres uno de los nuestros! ¡Afíliate con nosotros y vas a ver! Así lo hizo el grandísimo zopilotón y dándose cuenta que estaba listo para zopilotear se dedicó a lo suyo. Y azulín azulado este cuento se ha acabado.


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